El Instituto Cubano de la Música y otras instituciones culturales rinden hoy tributo online a Benny Moré, a propósito del Aniversario 101 del natalicio de “El Bárbaro del Ritmo”.
Conocido como El Bárbaro del Ritmo, triunfaría en La Habana,
México, Venezuela... pero cuando vio la luz por vez primera el 24 de
agosto de 1919 en Cuba, ni siquiera poseía el nombre que lo llevó al estrellato.
En el modesto pueblo Santa Isabel de las Lajas, al cual cantaría
después, una zona rural de la racista Cuba prerrevolucionaria, nació
como Bartolomé Maximiliano Moré Gutiérrez, el primero de 18 hijos de una
familia negra y pobre cuyas necesidades le obligarían a cambiar la
escuela por el trabajo al terminar cuarto grado.
Aunque se sabe que su primera guitarra la compró a los 17 años,
cuando ya vivía en la capital cubana, cuenta una leyenda que, 11 años
antes, había replicado con sus propias manos ese instrumento musical y
así aprendió a tocar.
Lo cierto es que con la que pudo costear siendo apenas un
adolescente subsistió algún tiempo, tocando en bares y cafés. Así
comenzó su vida bohemia, que durante casi cuatro años oscilaría entre
hoteles, restaurantes y prostíbulos, actuando para turistas en los
muelles de La Habana Vieja, paseando por el marginal barrio de Belén.
La suerte le sonreiría definitivamente cuando se le abrieron las
puertas del famoso Trío Matamoros. Corría 1945 y Miguel Matamoros,
guitarrista, compositor y cantante, regresaba de un viaje.
De inmediato debía cumplir un compromiso laboral que su grupo había contraído anteriormente, pero estaba disfónico.
Siro Rodríguez, uno de los intérpretes de Matamoros,
lo había escuchado en un bar y, gracias a sus referencias, Bartolomé
cubrió en aquella ocasión. Luego, ya probado el talento que lo investía,
se quedaría fijo y ganaría la plaza de cantante principal, cuando
Miguel decidió dedicarse por completo a la dirección musical.
Miguel Matamoros y Benny Moré.
Ese mismo año viajó con el conjunto Matamoros a México, donde actuó
en cabarets y realizó varias grabaciones, sin embargo, allí se separaría
del grupo al terminar el contrato, pues mientras los demás integrantes
decidieron regresar a La Habana, Moré permaneció en la tierra azteca.
En México se casó, hizo un dúo con Lalo Montané, grabó
con la RCA Victor junto a la orquesta de Mariano Mercerón e incluso con
Dámaso Pérez Prado. Ahí empezó a conocérsele como El Príncipe del Mambo y
se dice que, también en esa tierra, adoptaría el nombre que a 101 años
de su nacimiento sigue siendo invocado: Benny Moré.
En el año 1953, cuando ya sonaba en la radio, se decidió a formar su
propia orquesta, que aunque respondía al formato de una jazz band por
los instrument
os seleccionados, tocaba música cubana. Incluyó en ella a
algunos de los mejores instrumentistas del país.
La primera actuación de la Banda Gigante fue en la emisora CMQ y el
grupo mostró una gran organización melódica, además de que contaban con
el talento de saber improvisar.
Entre 1956 y 1957 estuvieron de gira por Venezuela, Jamaica, Haití,
Colombia, Panamá, México y Estados Unidos, donde actuaron en la
ceremonia de entrega de los premios Oscar.
Al triunfo de la Revolución cubana, muchos artistas abandonaron el
país. Cuando le proponen a Benny Moré emigrar con tentadores contratos,
él los rehúsa categórico: “Ahora es cuando yo me siento un
hombre con todos los derechos en mi país. De aquí no me saca nadie. No
me interesan los dólares”.
Actúo por última vez con su orquesta el día 16 de febrero de 1963, en
el pueblo de Palmira, poblado a cientos de kilómetros de La Habana,
poco antes había vomitado sangre, pero en esas condiciones subió al
escenario y cantó como nunca.
Luego de eso tardaron en atenderlo en un centro con todas
las condiciones, en La Habana insistiría en ver a sus hijos e ir a su
casa y la aparente mejoría del día 17 retrasaría su ingreso a un
hospital hasta el 18. Cuando llegó ya su condición era irreversible,
complicaciones pulmonares y renales lo mantuvieron sin conocimiento
hasta el 19, cuando murió a los 43 años.
Por petición expresa del artista, sus restos fueron sepultados en su pueblo natal, Santa Isabel de las Lajas.
El Benny fue ídolo de los bailadores y de los amantes de lo
genuinamente autóctono de la música cubana, a pesar de que demostró
capacidad para entonar otros ritmos como el merengue.
Su estilo era único, la voz providencial. Es considerado uno de los
cantantes cubanos más polifacéticos y pese a vivir una época con
preponderancia de elementos foráneos en la música, supo mantenerse fiel a
sus orígenes.
El Bárbaro del Ritmo, como lo bautizaron en la radio cubana,
era un espectáculo por su carácter risueño y espontaneidad. Su
vestimenta -chaquetas hasta más abajo de la mitad del muslo y pantalones
anchos con tirantes- también lo hacía inconfundible.
Canciones como Dolor y Perdón, Bonito y Sabroso, Qué Bueno Baila
Usted, Cienfuegos y Santa Isabel de las Lajas han trascendido como
patrimonio cultural de Cuba y del continente.
La generosidad que sus allegados le alabaron por décadas, incluso
después de su fallecimiento, los principios que lo guiaron en el trabajo
con su grupo y la entrega al pueblo que lo amó apasionadamente,
explican por qué en más de un siglo no ha nacido otro como el Benny.